Ten fe me dijo, y yo le rehusé de
inmediato, alegando que la fe llevaba consigo ligada todas las
injusticias eclesiásticas, tantas y tantas mentes lavadas a cambio
de nada. Él rió brevemente, una de esas risas que denotan compasión
por el prójimo, y dijo lo siguiente:
“Muchacho, la fe no pertenece a
nadie, ni a los reyes, ni a los sabios ni mucho menos a la iglesia.
La fe es innata al ser humano, es aquello que va ligado a la
esperanza, a lo más profundo de nuestro espíritu. La fe es aquello
que ha salvado al hombre numerosas veces de sí mismo, aquello que te
empuja a continuar aunque el sendero haya desaparecido, aquello que
te hace sentir que existe una gran luz detrás de las nubes, aunque
no la veas. La fe es el motor que nos empuja a creer fervientemente
en algo mejor para la humanidad, eso es la fe. Por eso chico, no
atribuyas algo tan inmensamente maravilloso a unos cuantos mezquinos
con ilusión de poder.”