Nota: Todo lo escrito en este artículo es una opinión que para nada pretende ofender las creencias de cada cual.
Existen lugares en España en los que opinar de cierto modo
de ciertas cosas puede costarte enfrentamientos, amenazas, injurias o como
mínimo funestas miradas. Y es que en ocasiones uno puede sentirse como un
alumno de la fantasiosa escuela Hogwarts de magia y hechicería, en la que es
mejor no hablar de “Aquel que no debe ser nombrado”.
Es así como en este país cualquier actividad que esté
enmarcada dentro del término “tradición” goza de una suerte de aura la cual
evita que dicha actividad se revise, se replanteé o se ponga en tela de juicio.
Este hecho no supondría un problema siempre que estas actividades no acarreasen
consigo el sufrimiento y la muerte de seres vivos los cuales no han elegido
libremente participar en ellas. Sin embargo, ambos factores, tradición y
sufrimiento / muerte, suelen coincidir más de lo que cabría esperar.
Los festejos taurinos, la caza deportiva y el parany son
ejemplos que nos muestran cómo bajo el paraguas de la tradición se permite la
muerte y el sufrimiento de otros seres vivos a manos del ser humano. Todo esto,
por supuesto, amparado la mayoría de las ocasiones por una legislación cómplice
de estas prácticas. Así pues, cualquier voz discordante que se escuche suele
pasar desapercibida, y si se escucha, se responde “tradición” y queda todo
zanjado. En este punto me pregunto, ¿todavía necesitamos matar y hacer sufrir
para divertirnos? Dicho así suena macabro, no obstante, es literal. Las
actividades antes mencionadas se llevan a cabo por puro esparcimiento y recreo
del ser humano, condicionando fatalmente a otros seres vivos y con
justificaciones más que rebatibles por parte de aquellas personas que las
practican.
Actualmente está totalmente demostrado que animales
vertebrados y con sistema nervioso central, especialmente los mamíferos (como
los seres humanos, los toros, los conejos o los delfines) experimentan
emociones primarias como el miedo, la alegría, la pena y la rabia. Y las
experimentan de forma idéntica a cómo las experimentamos nosotros. Este hecho
tan revelador parece pasar inadvertido para muchísimas personas, demostrando
una vez más la demora en el tiempo que supone realizar un cambio de creencias
en nuestra sociedad.
Una justificación habitual que suele escucharse por parte
de los simpatizantes de estas prácticas es la siguiente: “Han nacido para esto”.
Otra sentencia bastante común también es: “Esto aporta mucho dinero y trabajo”.
Ambos argumentos nunca han dejado de sorprenderme. Es curioso comprobar cómo
realmente nuestra evolución emocional y de conciencia no es en línea recta
hacía arriba, sino en círculos hacía arriba, dibujando un tirabuzón ascendente.
Esto permite ver cómo pasamos una y otra vez por las mismas situaciones, que
parecen ser distintas pero no lo son, ya que lo único que cambia es la forma,
permaneciendo idéntico el fondo. Dicho de otro modo, los toros han nacido para
las corridas igual que el negro nacía para servir al blanco, o la mujer al
hombre. Los toros aportan mucho dinero y trabajo al igual que lo aporta el
narcotráfico, el comercio de animales exóticos o la prostitución. Sé que esto que
acabo de escribir suena radical, pero si lo entendemos de forma literal es así.
Miles de familias viven del cultivo de la coca en Colombia, o del tráfico de
animales en Brasil y África, o de la prostitución en Tailandia, pero ¿justifica
eso que se realicen dichas actividades? Por supuesto que no.
En este siglo veintiuno estamos logrando trascender de
forma mayoritaria las diferencias étnicas, de raza y de género, viéndonos todos
los seres humanos como iguales, sin razón por la cual discriminarnos, sino al
contrario. Ahora bien, ¿cuándo podremos ver a los demás compañeros de nuestro
planeta sin discriminar negativamente especie o inteligencia? Subamos un
peldaño más como humanidad y demos el respeto que se merecen a aquellos que, al
igual que nosotros, evolucionaron durante millones de años a nuestro lado,
sirviéndonos de alimento, transporte y compañía. No caigamos en la cómoda
inercia de la tradición y preguntémonos realmente qué tipo de vida queremos
para el mundo y para nosotros mismos. Apostemos por la vida.
Hola, qué interesante reflexión. Me he quedado en silencio, pensando... creo que ciertamente nos hemos quedado muy atrás y el concepto de humanidad está errado. En cada acción de hoy en día dañamos a otros seres y sin la necesidad de antes, entonces ahora es vergonzoso que sea por diversión. Gracias por vuestras palabras.
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