Bajando hasta las más profundas alturas me encontré, y sabiéndome tan peligrosamente leve exclamé: "Miedo tengo a la muerte, a la soledad y al sufrimiento." Me acepté, y descubrí que cuanto hago en esta vida es vanidad, vanidad de vanidades, para crear algo que cubra a esos monstruos que tanto me asustan. Entonces, desde los abismo del ser miré, y sufriendo me hallé.
Me vi corriendo, inconsciente, en busca del tesoro más preciado que el mundo jamás ha conocido; la felicidad. Mas no la perseguía realmente, pues si así fuese me hubiese parado para que esta me alcanzara. Sin embargo, ciego de ignorancia, creía estar persiguiendo en lugar de huyendo.
"Me enamoré" me dije, y el monstruo tricéfalo sonrió al ver su engaño manifestado.
¡Cuán condicionado estaba por el miedo! Me paré, temblé, respiré. Miré a la Hydra a los ojos y la acepté. Fue entonces cuando sentí su naturaleza etérea y sin más, se fue.
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