Qué frío se siente cuando se sufre de
soledad.
No la soledad de aquel que está solo,
sino la otra,
aquella de sonrisas de cemento y
corazón helado;
esa de lágrimas retenidas en ambiente
festivo;
la de ecos de gritos interiores.
Frío que nace de lo más hondo del
ser;
frío inconfundible, encarnado en aquel
que,
aún rodeado de personas, se siente
desterrado.
Desconsuelo de miradas y suspiros.
Donde ayer encontró puertas abiertas,
hoy encuentra murallas.
Donde habitaba el diálogo, ahora lo
ocupa la incomprensión.
Fuentes que manan aguas que ya no le
sacian.
Negro entre blancos,
blanco entre negros,
demasiado de ambos entre grises.
Ese es él.
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