jueves, 22 de mayo de 2014

viernes, 2 de mayo de 2014

Dos gotas de agua


- Los siete sabios de Grecia lo dejaron escrito en el pronaos del templo de Delfos. -la vieja gota de agua hablaba con parsimonia, sentada cerca de la cascada, sobre el musgo de la roca-. "Conócete a ti mismo".

La pequeña y joven gota de agua escuchaba anonadada a aquella anciana gota. A pesar de su juventud, siempre se preguntó por la realidad que le rodeaba, por su mundo interno, por las sorprendentes historias que escuchaba de vez en cuando, por las leyendas y los mitos... No cesaba de fantasear y en el fondo de su corazón intuía que no encajaba en el mundo que conocía hasta ahora, sabía que había algo más, era como si hubiese vivido allí alguna vez, como un lejano y remoto recuerdo.

- Entonces... -la pequeña gota tenía tantas inquietudes que no sabía qué preguntar-. ¿Que pasaría si...? ¡No! Mejor... ¿Cuándo una gota muere...? Emm... No, no... ¿Las historias sobre el hielo...?

- ¡Jajajaja! ¡Me recuerdas tanto a mí a tu edad! -la líquida anciana rió profundamente con cariño-. Sé que tienes muchas preguntas en tu interior, pero sigamos con la inscripción de Delfos, pues aunque ahora no te lo parezca encierra la respuesta a todas tus cuestiones.

Los rayos del sol atravesaban como luminosas flechas la verde cubierta de sauces y álamos, precipitándose al lecho fluvial y penetrando en sus cristalinas aguas, creando preciosos brillos y colores. El sonido del fluir del río y la caída de la cascada creaban un ambiente fresco y agradable.

- "Conócete a ti mismo" quiere decir conocer la propia naturaleza, ya que aunque tengamos conciencia individual de gotas, formamos parte del todo. Somos naturaleza. Es por eso que conociéndote puedes conocer al océano, al hielo o al vapor, ya que sencillamente forman parte de tu naturaleza. Tú misma encierras sus secretos.

La joven gota estaba asombrada. En sus círculos más cercanos ideas como océano, hielo o vapor eran simples fantasías de soñadores, nada a lo que una gota de provecho debiera prestarle atención. Y sin embargo, eran justo estos temas los que más atraían a está pequeña aventurera. Y por si fuese poco, esta enigmática anciana hablaba de esto con total naturalidad, como si formase parte de su cotidianidad más inmediata.

- Entonces... -la gotita miró la cascada pensativa-. ¿El vapor existe? ¿Las gotas no morimos?

- Así es pequeña. -contestó sonriente la oradora, respirando el fresco aire primaveral y haciendo burbujear su interior-. El vapor no es más que un cambio de estado, como el hielo. Lo que tú eres en realidad no muere, sólo cambia. Aquí dejamos las sales minerales que forman parte de nosotras como líquido que somos, pero nuestra esencia permanece.

- Somos la gota y somos el río... -la joven observó el fluir de las aguas, como si hubiese recordado algo que olvidó hace tiempo.

- Y el océano, las nubes... -la sabia gota miró con aire travieso a su compañera-. Y la saliva de un gato...

- ¡Puaj! ¡Jajaja! -la gotita se sobresaltó y rió ante tal evidencia.

Ambas gotas continuaron conversando plácidamente durante toda la tarde. Hablaron de ríos y océanos, de hielo y vapor, de ilusión y realidad. Con los últimos rayos del sol la gotita se despidió de la curiosa anciana y regresó al remanso del río de donde procedía. No obstante y aún sin saberlo, ni ella ni el río eran ya los mismos.