domingo, 27 de enero de 2013

La visión de Alicia

-¡Ve al super a por huevos, Alicia! -me grita mi madre desde la cocina-. ¡Hay cinco euros en el monedero!

Me apresuro entonces, no sin desgana, a ponerme la chaqueta, coger el paraguas y salir de casa. Hoy hace un día frío y gris, de esos con viento y llovizna. Nada apetecible. De hecho, odiaría estos días si no me transmitiesen cierta melancolía. Es como si el mundo se permitiese estar triste, algo que deberíamos aprender los demás, vaya.

Nada más cruzar la calle, mientras me traslado a mi mundo imaginario para hacer más ameno el recorrido hasta el supermercado, veo una mano que me saluda desde la esquina. Es Verónica.

-Fetén... -me digo mientras dibujo una sonrisa artificial en mi cara y me acerco a ella.
-¿¡Cómo estás Ali!? -me pregunta, con esa mirada de orgullo y superioridad que la caracteriza.
-Bien, voy a comprar unas cosas al super -le respondo, intentando mantener la sonrisa, sabiendo ciertamente que le es indiferente mi vida o estado de ánimo, sino que lo que busca es otra cosa, otra pregunta.
-¿Y tú Vero? -le pregunto con todo el interés que soy capaz de transmitir-. ¿Qué es de tú vida tía?

Es entonces cuando un haz de luz relampaguea en sus ojos, sabiéndose poderosa, regodeándose en su propia gloria.

-¡Pues tía, que por fin me he ido a vivir con Alvaro! Justo cuando volví del viaje por India él me llamó, me invitó a cenar en el restaurante ese del río y me dio la sorpresa. ¿¡No es genial!? Verás, como su padre es promotor le ha regalado un piso de esos que compraba baratos para sacar dinero, y bueno, ¡si lo vieses! Es un ático enorme, y encima sus tíos se lo han amueblado, ¡estoy super ilusionada! Además Ali, adivina... ¡me llamaron para trabajar en la clínica! Mi madre tuvo que mover algunos hilos, pero al final el de recursos humanos se ve que es un antiguo compañero de clase y ya ves, ¡ni me ha dado tiempo a buscar trabajo! -entonces estalla en una carcajada.
-¡Vaya, que suerte! ¡Me alegro mucho Vero!
-¡Gracias! -mira su móvil-. Bueno tía, me voy rápido que tengo cita en la pelu. ¡Un besito! ¡Te veo muy guapa!
-Gracias, hasta luego. -le respondo mientras ella se marcha radiante.

Sigo entonces caminando, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y la mirada dirigida al tramo constante de acera que hay a dos metros por delante de mi.  

-Yo también te veo muy guapa Vero -digo con frustración para mis adentros, mientras el fuerte viento despeina mi ya despeinado pelo-. De hecho, ojalá fueses un adefesio, a lo mejor así te cortarías un poco antes de vomitar tu afortunada vida a los demás.

Una carrera de filología pagada sirviendo cubatas y enseñando escote, viviendo con mis padres todavía, en paro y sin un duro para llevar ese tren de vida de cenas, cines, fiestas y viajes. Esa soy yo. La chica que va a comprar huevos mientras una de sus conocidas, hoy en día también llamadas amigas, se folla al tío bueno de su novio en la terraza de su nuevo ático.

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