lunes, 28 de noviembre de 2011

Otoño

Otoño, con cada hoja caída me recuerdas la importancia del desprendimiento, lo esencial de la renuncia para poder sobrevivir, como el árbol hace con sus hojas uno mismo debe hacer con su vida, aunque aquello de lo que te desprendas te haya dado la vida antes, como las hojas...

Y como las hojas, aquello a lo que renuncias se transformará en experiencia, terminando en las raíces, descompuesta, para formar parte de ti mismo y así ayudarte a crecer. El maestro árbol lo hace parecer muy fácil, y en realidad lo es, me dijo, el truco está en comprender que no es una pérdida, sino un ciclo, pero yo todavía soy aprendiz, y aún me aferro a aquello que fui y ya no soy, a aquella majestuosa fronda que lucí un buen día de primavera.

Pero la dicotomía es clara, o renuncio a mis hojas o el frío invierno terminará conmigo, la naturaleza lo tiene claro, y yo, como parte de la misma debería tenerlo, aunque me duela horrores verlas morir... aunque sean tan bellas como lo son, aunque tenga sus colores y sus fragancias grabadas a fuego en mi corazón.

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