Después de tantos años me acabo de percatar de que no uso los ojos. No los uso, cualquier ser, objeto o situación que cruza por mi vida no lo veo; no tal cual es. Me he dado cuenta de que lo que veo en realidad son ideas, pensamientos, ilusiones...
No me cruzo con esa chica, me cruzo con mis pensamientos sobre ella; no veo el tigre, veo mis pensamientos sobre él; no observo a mi amigo, observo mis ideas acerca de él.
¿Y yo me llamaba libre? ¿Cómo ser libre si me aprisiono de tal forma? Cuán importante es para alcanzar la libertad ver las cosas tal cual son, desde el momento presente, que es el único que existe, el único que tenemos, donde lo eterno se desenvuelve.
Desprenderme de todo juicio y dejarme sorprender, ya que cada momento de la vida es la primera vez que lo vivo y no puede ser definido. Relacionarme con el mundo y no con las ideas y pensamientos que tengo acerca de él. Dejar de usar las lentes del pasado y de tomar la droga del futuro para así ver con claridad el único lugar donde la vida se desenvuelve: el presente.
Tener, en definitiva, ojos nuevos para un mundo nuevo, libre de cadenas.
Una pequeña y vieja caja de madera en forma de cofre. Dentro, un pañuelo rojo. Así de simple y rotundo. Ahora puedo enterrar esta caja lejos, muy lejos, y profundo, muy profundo, en los abismos del mismísimo fin del mundo. Es más, podría pedirle a alguien que lo hiciese por mí y desconocer así la ubicación de la misma. En ambos casos da igual, ya lo intenté y da igual.
Es el precio de la pregunta, que tarde o temprano la respuesta llega. Y si la abrazas y aceptas transforma toda tu realidad. Ya lo dijo el bueno de Einstein: "La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a tener su tamaño original". Que certeza.
Esté donde esté la caja ya conozco su contenido. Soy incapaz de ignorarlo, pues ese pañuelo rojo lo cambia todo. Así lo elegí, y la incomprensión y desidia de mis semejantes me visitó. Así lo elegí, y otros buscadores aparecieron en mi vida para caminar junto a mí. Así lo elegí, y el ego, en su insoportable levedad, puso ante mí todo mi orgullo, mis miedos y mis anhelos.
Un pañuelo rojo dentro de una vieja caja. Un pañuelo rojo que ni sé ni quiero olvidar.
Jesús, Buda Gautama y los demás
Budas, Hermes Trismegisto, Lao-Tsé, Al-Hallaj, Muhammad Rumí,
Mahoma, San Agustín, San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz,
Teresa de Calcuta, místicos y místicas americanos.... Y cuantos me
dejo en el tintero.
Todas estas personas tienen algo en
común, y es que a lo largo de sus vidas lograron un estado
conciencial o de “iluminación” que les permitió ser conscientes
de la esencia de la realidad, esa misma de la que hoy formamos parte.
No deja de sorprenderme que todos ellos, aún separados física y
temporalmente entre sí, llegaron mediante sus vivencias e
introspección a las mismas conclusiones; todas ellas basadas en el
Amor.
Cierto es que condicionados por su
entorno sociocultural le dieron distinto nombre a aquello a lo que se
referían, por ejemplo: Dios, Alá, Tierra Pura, Tao, Naturaleza,
Energía, Fuente y tantos otros. Sus seguidores interpretaron sus
enseñanzas, humanizándolas y encorsetando la espiritualidad, dando
a luz así a las distintas religiones y sectas. Estas religiones o
sistemas de creencias pusieron límites a la espiritualidad del ser
humano, haciéndonos creer que debíamos regirnos por ciertos dogmas
para ser aceptados por ese Dios exterior. Todo ello enfrentó y
enfrenta al ser humano, consecuencia esta de ver únicamente la forma
y no el fondo.
Como he mencionado, me impresiona
sobremanera como hombres y mujeres que no coincidieron entre si
física ni temporalmente llegaron a idénticas conclusiones. Y
todavía me impresiona más el hecho de que la física cuántica más
vanguardista esté demostrando, mediante la teoría de cuerdas o el
principio holográfico por ejemplo, enseñanzas místicas datadas
algunas de ellas en el año 2000 a.C. como pueden ser las leyes
herméticas.
¿Todo lo que existe es lo que percibo
con mis sentidos? ¿Soy lo que veo, pienso y siento? ¿Qué sentido
tiene el sufrimiento? ¿Todas las personas denominadas místicas son
simplemente dementes? ¿Qué ganan estas personas manifestándose
como tal, siendo que históricamente han sido repudiadas, vejadas, desterradas
e incluso asesinadas? ¿Los miles de testimonios de fenómenos
paranormales o experiencias de tránsito son simplemente nada? ¿Qué
sentido tiene esta realidad?
Siempre he creído que una buena
pregunta es mejor que una buena respuesta, y las anteriormente
formuladas son algunas de las que me motivaron y me motivan para
profundizar y vivir la espiritualidad, para buscar un sentido más
amplio de la realidad. Creo que hemos tenido y tenemos muchísimos
clichés y prejuicios al hablar de este tema a causa de las
religiones y sus luchas intestinas, pero también creo que ya es
momento de remover esas viejas ideas y sacudir el polvo, empezando a
preguntarnos el porqué de asuntos más íntimos y trascendentales,
siempre desde una total libertad y el respeto propio y hacía los
demás.
"Hemos estado completamente equivocados. A lo que le
llamamos materia es sólo energía, cuya vibración ha sido
reducida a un nivel perceptible por nuestros sentidos".
Albert Einstein (1.879 - 1.955 d.C.)
"La idea de un Dios exterior, ajeno a nosotros mismos, y la búsqueda del bienestar en el exterior, fuera de nosotros mismos, son origen y causa del sufrimiento humano".
Nagual
"Nada reposa; todo se mueve; todo vibra".
El kybalion (Resumen de la filosofía hermética datada en 2.000 a.C.)
"Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos construimos el mundo"
Buda
"Y Él les dijo: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: "Pásate de aquí a allá", y se pasará; y nada os será imposible".