sábado, 19 de marzo de 2011

Umbralejo, vuelta a los orígenes

La semana pasada tuve la magnífica oportunidad de poder pasar toda ella en un pequeño pueblo de Guadalajara llamado Umbralejo. Este pueblo, como tantos otros repartidos por nuestra geografía, sufrió un exilio masivo en los años 60 del pasado siglo, con la mala suerte de que a finales de aquella década quedó completamente abandonado, pasando, unos años más tarde, a manos del estado. En ese momento empezó a utilizarse para realizar cursos y actividades de concienciación y sensibilización hacia el entorno natural y el patrimonio cultural.

Plaza de Umbralejo

Durante esa semana aprendí (junto a mis compañeros) a hacer cestas de diversos tamaños y formas a partir del mimbre y la médula que nos da la naturaleza, a realizar encuadernaciones a partir de hojas de papel e hilo, a construir muros de piedra sin utilizar otro conglomerante que no fuese el barro, a reparar utensilios de labranza utilizando la fragua, a obtener telas a partir de hilo, a obtener hilo a partir de lana, a elaborar ungüentos medicinales con romero, lavanda y vaselina y, sobretodo, aprendí que no nos hacen falta "las cosas" para ser felices.

Ahora os podéis preguntar: ¿y eso a ti que te aporta?, si ahora todo eso que has mencionado lo tienes en las tiendas por muy buen precio y una calidad óptima. La respuesta es sencilla: libertad. Si la sociedad de hiperconsumo en la que vivimos tiene alguna característica que destacar, esa es la dependencia, pues nos hace dependientes de los productos que compramos para nuestro disfrute y subsistencia. Imaginar ahora que pasaría si los supermercados no pudiesen ser suministrados de productos y las industrias del ocio y la comunicación dejasen de funcionar, entraríamos en un estado de subsistencia, ya que deberíamos elaborar nuestros alimentos y bienes fundamentales además de entretenernos sin películas, internet o videojuegos. Sería entonces cuando todo ese conocimiento tradicional que hemos sacrificado por nuestra maravillosa sociedad de hiperconsumo volvería a revalorizarse, es más, sería crucial. Cierto es que este panorama es bastante utópico hoy por hoy, pero vale la pena imaginarlo para dar verdadera importancia a aquellas cosas que menospreciamos por ser rurales y anticuadas.

Entorno de Umbralejo

A parte de que el conocimiento en labores tradicionales nos aporta libertad por no tener que depender de ese intercambio entre monedas y bienes o servicios, también nos ayuda a autorealizarnos, ya que hoy en día todo el mundo es capaz de pasar una tarjeta de crédito, pero no todo el mundo sabe como tallar la piedra o hacer aceite, y esto es algo que nos ayuda a crecer mucho; tanto, que me atrevo a decir que, aún comprándonos el coche de nuestros sueños, no sentiríamos la misma satisfacción que al hacer una buena cesta de mimbre con nuestras propias manos.

Así pues, sólo me queda animaros a que recuperéis aquellas labores tradicionales que más os gusten si podéis o tenéis la oportunidad, ya que son pequeñas joyas que hemos ido tirando por el camino del progreso, quizás cegados por el brillo de aquellas nuevas que nos prometían.

2 comentarios:

  1. Estimado amigo celebro que conocieras este precioso pueblo enmarcado en los denominados pueblos negros de la provincia de Guadalajara, sin lugar a dudas ésta es una de las provincias más desconocidas de nuestro país, y a su vez una de las más bellas.
    Te recomiendo la visita al Señorío de Molina y al Alto Tajo en la misma provincia, verás como también te dejarán impactado.
    Un saludo.

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  2. Me las apunto Óscar, gracias por la sugerencia ;)

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