lunes, 13 de enero de 2014

Ojos

Cierro los ojos y todo es oscuridad. Veo la oscuridad, el reverso de mis párpados.
Abro los ojos y todo es claridad. Veo la claridad, el mundo que me rodea.

Lo curioso sucede cuando abro un ojo y cierro el otro. Es entonces cuando sólo veo claridad, mi atención se centra en aquello que mi ojo abierto percibe, pero es incapaz de ver la oscuridad que envuelve a su compañero, aún cuando esa oscuridad representa la mitad de mi visión en ese momento. Que curioso me resulta este hecho. Cuánto debo concentrarme para intuir mínimamente esa mitad de mi campo visual.

Esto me hace pensar que quizás a los seres humanos nos sucede justo eso. Andamos por la vida creyendo que lo único real es lo que percibimos con nuestros sentidos, sin advertir que una parte inmensa de nuestro ser es de naturaleza etérea, intangible.

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