miércoles, 8 de enero de 2014

El Árbol


Siempre he admirado profundamente al árbol como ser y nunca me paré a pensar detenidamente porqué. No obstante, llevo unos días en el que este arquetipo lleva rondando por mi mente de forma constante, como queriendo que piense en él, en sus mil cualidades, en aquello que me transmite como no lo hace ningún otro ser. Por eso hoy voy a dedicar esta entrada al árbol, intentando dilucidar aquello que me susurra cada vez que lo miro y lo siento, intentando descifrar sus atributos uno a uno. Así que sin más, ahí va.

- La serenidad. Su profunda calma y tranquilidad aún estando en los ambientes más tormentosos.

- El desapego. Por muy hermosas que sean sus flores u hojas en primavera sabe que no son suyas, sino que son ellas, y cuando debe desprenderse, lo hace. Entiende que todo es un ciclo.

- La aceptación. ¡Qué ejemplo de cualidad! Acepta su vida tal cual es, sin intentar cambiar nada. Simplemente se desarrolla en su ambiente, siendo quien es de forma genuina y alegrando el pedazo de cosmos donde se encuentra, ya sea un bello bosque pirenaico o un polígono industrial. Cuanta sabiduría encierra esto.

- La humildad. Desde el ave más hermosa hasta la rata más sucia son bienvenidas en él. Sus frutos regala tanto al blanco como al negro. Incluso a aquel que lo va a talar da sombra.

- La abundancia. Un ejemplo viviente de la célebre cita de San Francisco de Asís: "Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco". Sin necesidad de florituras externas se limita a dar pidiendo muy poco. Regala oxígeno, nutrientes, belleza, suelo, hogar, alimento, aromas, medicina, sombra, frescura...

- La autenticidad. Vive y se desarrolla siendo quien es en total plenitud. No envidia ni desea cualidades ajenas, sino que se centra en experimentarse a sí mismo, conociéndose, sabiéndose genuino. Si es manzano dará manzanas, si es cerezo dará cerezas.

- La armonía. Su conexión íntegra con el Todo. Como la gota de agua que se mezcla en el océano, él se sabe gota, pero se sabe igualmente océano.

Sencillo y perfecto, simple en su complejidad, llanamente extraordinario y sublime. El Árbol.

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