viernes, 17 de diciembre de 2010

Oh maravillosa navidad

Se acercan fechas señaladas y entrañables, fechas en la que la ilusión y la bondad invade el alma de todo ser humano, fechas en las que debemos tener un gesto amable hacía nuestros semejantes, fechas en las que, en conclusión, debemos ser buenas personas... se acerca navidad, o al menos eso dice la televisión, ¿no?.

Pues por una vez la televisión no miente, es cierto, se acerca navidad y con ella la brutal campaña publicitaria en la que nos recuerdan todas las ideas mencionadas al principio, todas estas que deberíamos sentir o hacer en unas fechas tan especiales como las que vienen, y además nos confiesan la mágica y estupenda solución para lograr este objetivo: consumir.

Lo que se le olvida mencionar a la televisión es que mientras nosotros estemos regalando el nuevo iPod a nuestro primo o una bonita chaqueta de H&M a nuestra hermana habrá millones de personas escupiendo sobre la navidad y los valores que esta representa, ya que ellos ni recibirán regalos ni les invitarán a una buena cena con marisco en la mesa, es más, muchas de estas personas puede que mueran en nochebuena o nochevieja al llevar bastantes semanas sin echarse algo a la boca que no sean moscas.

Otras de estas personas, en concreto los ciudadanos de países con economías emergentes como China o India, seguirán trabajando 16 horas al día y hacinados en barracas al lado de la fábrica donde desempeñan su labor, sin poder permitirse ni siquiera un trozo de carne caducada para cenar. Lo más curioso de esto es que son ellos quienes crean toda esa enorme variedad de juguetes, artefactos electrónicos y ropa que nosotros regalaremos más tarde a algún ser querido; vaya cambio de la idealizada fábrica de juguetes de Papá Noel a la auténtica, ¿verdad?.

Mientras tanto nosotros como buenos capitalistas que somos y haciendo honor a una frase del cantautor Manolo García "confluiremos como plaga de langostas a los mismos lugares y a las mismas horas" con el único objetivo de consumir, y lo peor es que consumiremos convencidos de que estamos haciendo el bien ajeno, de que somos bellísimas personas, aunque más tarde muchos de nosotros al salir del centro comercial no queramos cruzar nuestra bondadosa mirada con la del mendigo de la esquina.

De todas formas al final los regalos se darán, las campanas sonarán y las uvas se comerán, pero vamos a proponernos un buen objetivo para el año venidero; yo sugiero uno: Desengañarnos.

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